Bioética en el cine


El Séptimo Arte ha sido una de las últimas disciplinas en alcanzar esta consideración, pero dada su proximidad a otras como la literatura o la fotografía, tiene una capacidad innata de comunicación y expresividad que cuando se emplean adecuadamente lo convierten en un poderoso medio para la reflexión, e incluso para el intento de cambio social, moral…

En este apartado que desde AEBI se dedica al cine, a La Vida Humana a Través del Cine, tratamos de mostrar los distintos aspectos a los que se puede enfrentar la bioética desde la cercanía que transmite este medio, mediante delicada selección de películas debidamente analizadas y comentadas.
 

El puente de los espías

Cine desde el espectador 
Gloria Mª Tomás y Garrido 
Catedrática Honoraria de Bioética. UCAM. Murcia.


   
Mark Rylance recibió merecidamente el Oscar al mejor actor de reparto, y la película fue nominada a cinco Oscar -Mejor Película, Mejor Guión, Mejor Sonido, Mejor Banda Sonora, Mejor Diseño de Producción- , y fue también nominada a numerosos premios BAFTA.

Pelechian no nació en un país de renombre, si por celebridad o fama puede concebirse un país perdido en las estribaciones del Cáucaso meridional. Tal vez hayamos escuchado quebradizos rumores en los elencos de la historia y resuene en nuestros oídos el exterminio genocida de armenios (1915 1923) por la denodada denuncia del Papa Benedicto XV, siempre profundamente preocupado por la irracionalidad humana, manifestada particularmente en esa época correspondiente a la primera Guerra mundial.

El puente de los espías comenzó como un proyecto escrito por el guionista Matt Charman, fascinado por la historia real del abogado y agente de seguros James B. Donovan. Cuando Joel y Ethan Coen oyeron que Spielberg estaba interesado en trasladar esta historia a la gran pantalla, le propusieron aportar su visión con una reescritura. Según Charman, los hermanos pulieron su libreto y lo hicieron más divertido, sin perder por ello la honestidad hacia los hechos narrados.

Nos llega la película a los veinticinco años de la caída del telón de acero. Es por ahora, la última de lección de historia en celuloide de Spielberg. Su acercamiento a temas históricos comenzó de modo lúdico y anecdótico, casi infantil, con las aventuras del intrépido arqueólogo Indiana Jones; después hay un espléndido etc. desde La Lista de Schindler hasta Lincoln. El cineasta ha ido construyendo su filmografía combinando títulos “palomiteros” propios de un Peter Pan que se negaba a crecer, con otros títulos maduros, casi siempre de corte histórico, ligados a Estados Unidos o a sus orígenes judíos.

Como es habitual en Spielberg, para bucear en la Historia, recurre a una historia más pequeña, protagonizada por personas de carne y hueso. En nuestro caso se logra una película visualmente deliciosa y cargada de tensión en donde las no pocas aventuras y contratiempos por lo que pasa el protagonista, nos acerca también a realzar la importancia y el apoyo de la familia; resulta acertado que los actores que forman su familia no sean muy conocidos. Se evitan así los fáciles estereotipos y se resalta, con mucha naturalidad, la heroicidad de lo cotidiano. Es una historia personal, familiar, profesional y hasta política que hacen de un hombre honesto no sólo una persona ejemplar, sino incluso un héroe socialmente aceptado, que terminará involucrándose, al terminar el episodio que en el film se proyecto, en otros igual de difíciles y de importantes.

La película se sitúa en los años de la Guerra Fría. Abel Rudolph, que espía para los rusos, es detenido en Nueva York por el FBI. Como prueba de las garantías del sistema legal de los EEUU, se le asigna un abogado de oficio. Se trata de James B. Donovan, un especialista en seguros (tema de interés pues sabe a provechar su mentalidad profesional para prever y lograr resultados casi imposibles si se parte de la lógica). Donovan se ve inesperadamente inducido a defender a un espía ruso descubierto en suelo americano. En el desarrollo de los acontecimientos se verá involucrado en la Guerra Fría entre EE.UU. y la URSS, y será la misma CIA quien le encargará una misión secreta de alto nivel. Realmente lo que interesa a la CIA es que logre una difícil negociación: la liberación de un piloto de un avión U-2 estadounidense, que ha sido capturado. Donovan, súbitamente inmerso en las entrañas de la Guerra Fría, y en circunstancias muy desfavorables pondrá su empeño y preparación (con un esmerado e inteligente sentido profesional, donde se asienta la honestidad y la diplomacia) para lograr, desde una perspectiva justa, ventajas en la defensa de Rudolph; no se libra de muchas contrariedades e imprevistos. Su propuesta es lograr una condena que no suponga la pena capital de su defendido, sino su devolución a su país, pues de este modo se puede facilitar en el futuro el intercambio entre espías rusos en la zona americana con espías americanos atrapados en territorio ruso. Este acertado canje histórico desde la perspectiva fílmica es espectacular. La pantalla se recrea con un Berlín -con el muro, la nieve, la frialdad- o un Nueva York -con su trepidante ritmo- de finales de los años 50; con las evoluciones y acrobacias de los aviones espía americanos U2 que sobrevuelan la Unión Soviética, para tomar fotos de los movimientos del proverbial archienemigo. En definitiva, la película presenta una factura técnica importante, en donde la calidad de la fotografía y el montaje están a nivel de los sonidos, de las interpretaciones y del guión. Perfectamente documentada se vislumbra los temores del doble espionaje; el papel de los servicios de inteligencia y hasta los temores del holocausto nuclear.





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el puente de los espías

 
El puente de los espías


Dirección: Steven Spielberg.
País: USA. Año: 2015.
Duración: 141 min.
Género: Thriller.
Reparto: Tom Hanks, Alan Alda, Amy Ryan, Mark Rylance.
Guión: Matt Charman, Ethan Coen y Joel Coen.
Producción: Kristie Macosko Krieger, Marc Platt y Steven Spielberg. Música: Thomas Newman.
Fotografía: Janusz Kaminski.
Estreno en España: 4 Diciembre 2015.

En nuestra situación actual, donde la posibilidad de una tercera guerra mundial no parece un imposible (tengamos en consideración la periodicidad de los grandes atentados terroristas) El puente de los espías -ambientado en los años más duros de la Guerra fría- es una inteligente y sabia aportación, pues un hombre honesto, en parte enfrentado a toda la maquinaria del sistema, que siguiendo su conciencia, con un enorme y humano sentido común, nos devuelve la fe en la humanidad, una enorme lección e nuestra época. Cinematográficamente afirmo que una vez más se demuestra que el tándem Spielberg/Hanks funciona y muy bien. Esta es la cuarta vez que el actor se pone a las órdenes de Spielberg, tras Salvar al soldado Ryan (1998), Atrápame si puedes (2002) y La terminal (2004); sin contar sus colaboraciones como productores de series de televisión como la valorada Hermanos de sangre. Las películas de Spielberg suelen ir acompañadas desde hace treinta años por las bandas sonoras del veterano John Williams al mando. Esta vez no ha sido así, y la elección ha sido muy acertada, pues Thomas Newman, sin salirse de su estilo habitual, ha mantenido muchas reminiscencias de Williams. Tanto el montaje de Michael Kahn como la fotografía de Janusz Kaminski, los otros dos habituales de Steven, son más que correctas. No menos podría decirse de la música en su conjunto, que crea el climax: heroísmo, intriga y suspense, amistad se van dando la mano durante el metraje.

También destacaría la fuerza y el ritmo del guión; sigo descubriendo cómo el valor de una película debe mucho al ritmo del guión. Aquí Spielberg cuenta -como ya se ha señalado- con Matt Charman y los hermanos Ethan y Joel Coen, que humanizan a todos los actores mostrándonos su alma, una veces, abrumada y leal, como la del piloto, cuando es sometido a vejaciones para que declare y traicione a su patria; y otras siempre serenas -como la del espía ruso-, su “¿ayudaría?”; este interrogante puede considerarse una gag de humor, y también una espléndida y sencilla lección de dignidad. Realmente Mark Rylance brilla con luz propia de todo el reparto interpretando a Rudolf Abel; un personaje interesante y poco hablador al que Rylance dota -en parte gracias al lenguaje corporal- de una personalidad y carisma lo suficientemente llamativa como para ser el centro de atención interpretativo del filme. Su tranquilidad, su pragmatismo, la dimensión artística que manifiesta con sus pinceles, y que nos llevara a ver plasmada la unión y simpatía que se ha generado entre el espía y el abogado, que al final nos regala una sorpresa conmovedora.

El buen cine lleva el eco de otros buenos cines; en Donovan podemos encontrar a los personajes de Capra en ¡Qué bello es vivir!; recordar la honesta figura de Atticus Finch en Matar un ruiseñor o al fiscal Jim Garrison de JFK. Una película para ver y repensar.


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-LA HONESTIDAD

-EL BIEN COMÚN

-LA DIPLOMACIA

-EL BUEN HACER



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