Bioética en el cine


El Séptimo Arte ha sido una de las últimas disciplinas en alcanzar esta consideración, pero dada su proximidad a otras como la literatura o la fotografía, tiene una capacidad innata de comunicación y expresividad que cuando se emplean adecuadamente lo convierten en un poderoso medio para la reflexión, e incluso para el intento de cambio social, moral…

En este apartado que desde AEBI se dedica al cine, a La Vida Humana a Través del Cine, tratamos de mostrar los distintos aspectos a los que se puede enfrentar la bioética desde la cercanía que transmite este medio, mediante delicada selección de películas debidamente analizadas y comentadas.
 

Living

Cine desde el espectador 
Gloria Mª Tomás y Garrido 
Catedrática Honoraria de Bioética. UCAM. Murcia.


   

SINOPSIS

Ambientada en Londres, en la década de 1950. La ciudad se está reconstruyendo tras la última guerra mundial. Nuestro protagonista es Williams (Bill Nighy), un ejemplar y veterano funcionario, que jamás ha encontrado alguna causa para no cumplir sus obligaciones.  Es viudo y vive con el matrimonio formado por su hijo y su nuera. Ha encarrilado en el molde de unos comportamientos rígidos y repetitivos en forma y fondo.

El director, Oliver Hermanus, nos introduce en el mundo de Williams y su entorno -de papeles, burocracia y monotonía- de un modo coreográfico muy cinematográfico: las idas, estancias y vueltas al trabajo son una danza de ‘tics’: uniformidad y aliteraciones. Además de la dirección artística, la excelente ambientación y fotografía amenizan casi divertidamente ese estudio visual del aburrimiento de vida.

Un día Williams recibe un demoledor diagnóstico médico: le queda poco tiempo de vida, unos seis meses, pues está invadido de cáncer. No lo dice a nadie, quizás porque no es capaz de hacerlo, pero se plantea aprovechar bien ese tiempo restante. En una de las primeras escenas después de su diagnóstico, Williams se sienta solo en la relativa oscuridad de su sala de estar. Mientras reflexiona sobre su vida, ve destellos de su pasado como escenas de películas en blanco y negro. Se componen de momentos aparentemente mundanos, un juego deportivo, una salida nocturna, fragmentos de una vida que ahora está a punto de desaparecer para siempre. Cinematográficamente impacta que cuando Williams se dirige a su cita con su médico, el tiempo se ralentiza mientras camina a cámara lenta alejándose del trabajo. Esa cámara lenta juega efectivamente con la monotonía de su vida, al tiempo que alude a la rapidez con la que se mueve la vida a medida que se acerca el final.

El hecho es que, tras el diagnostico, se propone ser feliz y hacer felices a los que le rodean. Comienza por vaciar su cuenta bancaria, aunque no sabe en qué utilizará su dinero. Entonces, en lugar de volver al trabajo, Williams elude sus responsabilidades y tiene una noche de diversión; entrando en una cafetería, se encuentra con un vividor abierto con el que congenia y que le lleva a descubrir ambientes que le mueven a recuperar esa vitalidad perdida. Al día siguiente falta a su trabajo, algo que sorprende a todos los compañeros; no le importa, ha descubierto que venía siendo un muerto en vida, que no sabía apreciar los instantes válidos, humanos, libres, que enriquecen y dulcifican la existencia de cualquiera. Precisamente el día fatídico del resultado de su enfermedad se ha incorporado a su oficina, un chico joven, Peter Wakeling que, desde el primer momento, dado su espíritu observador, está sorprendido del ritmo rutinario, gris, anodino de la administración pública, en donde algunos de los asuntos más peliagudos, van llenándose de polvo y pasando a un segundo plano sin resolverse. También se entrevé un estudio comparativo entre ambos funcionarios.

En el clima de la oficina hay una excepción, la empleada Margaret Harris, llena de vitalidad, que está buscando otro trabajo. Willians piensa, en sus circunstancias nuevas, que quiere vivir como ella, incluso parece que se enamora platónicamente, aunque se percata de que no sabe cómo hacerlo. Algunas veces salen juntos. Margaret  lo atiende por pura benevolencia y ternura.

Estamos ante una nueva versión de la película “Vivir” (1952) de Akira Kurosawa, la cual se basó en la novela de León Tolstoi "La muerte de Iván Ilich". Es interesante recordar que las reflexiones de Tolstoi en su novela le hicieron orientar su vida hacia una existencia más espiritual y más reflexiva, un cambio que le acompañó hasta el final de sus días.

“Vivir” manifiesta un marcado humanismo, una profundidad filosófica sobrecogedora y una audaz estructura narrativa, al tratar temas trascendentales, como la vejez, el sentido de la vida, y, a fin de cuentas, la aventura de vivir. Curiosamente, “Vivir” muestra estas verdades desde el más clásico cine japonés; mientras que Living es fiel a ese cine británico de horma y aroma inconfundibles

 


Donde estas Bernadette

LIVING

2022 (Estreno en España, 2023)

Director: Oliver Hermanus

Guión: Kazuo Ishiguro

País: Japón, Reino Unido.

 

En Living, permanece la misma vibración que en la película japonesa, el descubrimiento de ser persona, con la suerte  que la adaptación del guión se debe al novelista premio Nobel Kazuo Ishiguro, que traslada la situación del Japón a Inglaterra. En ambas películas el protagonista es una persona madura, coherente, cumplidora, pero esclavo del tedio, que ha perdido el encanto de los pequeños gozos, y que intenta conseguirlo, pero que se da cuenta que no sabe vivir con ese estilo.

Tal como hemos señalado, Bill Nighy trabaja maravillosamente, imprimiendo muchos matices a su personaje que se mueve entre el desconcierto, el miedo, las dificultades por expresarse y abrirse a los demás, y la determinación por hacer lo que hay que hacer, aunque cueste, mirando a los ojos, pidiendo, agradeciendo, rogando; se trata de  un actor que maneja a la perfección lo áspero y lo sensible, le ofrece al personaje ese sustancial cambio que necesita este relato para coger carrerilla emotiva y, sin excesivo esfuerzo aparente, trenza lo dramático entre hebras de ternura y humor, británico. Todo esto se transmite al espectador…que también hace examen de su vida y sus matices.

Hay más argumento, y más planos de interés, pero ya solo nos detenemos en que Willians  enfoca sus semanas restantes en construir un patio de recreo en las ruinas de un vecindario bombardeado. Era uno de los proyectos abandonado, que se había dejado de lado.  Obliga y logra que las autoridades de la ciudad a construir el modesto parque infantil para el que las madres locales han sido solicitando desesperadamente y que él y sus colegas han estado impidiendo con suficiencia con su inercia burocrática. Willians muere pero el patio se ha terminado; en él hay un humilde tiovivo y un pequeño columpio. Nos conmoverá el final en el que simbólicamente, un Willians renovado y feliz se columpia. Ha logrado su meta, ha descubierto la chispa de la vida por la que vale la pena vivir y morir.


 

Gloria Mª Tomás

Granada, 20 de febrero de 2023

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